Una conocida y reciente serie de televisión cuyo título es “Sin tetas no hay paraíso” se caracteriza, entre otras cosas, porque toda la publicidad que rodea la promoción de la serie evita en todo momento pronunciar la palabra “tetas”. Aparece rotulada en las imágenes y la voz en off habla de “¿cuál es el precio del paraíso?” acompañado de una música ya reconocida que hace que el espectador asocie fácilmente con la serie. Pero la palabra “tetas” jamás es pronunciada. La razón es clara, hay que ser políticamente correctos, no sea que la “asociación de ciudadanos bienhablados” los denuncie por pronunciar la palabra “tetas” y obligar a nuestros infantes a escucharla, creándoles así un trauma irresoluble para el resto de sus vidas. Es absurdo, pero es. No comprendo para qué se emplea dicha palabra si luego no se puede pronunciar. Claro, que “Sin pecho no hay paraíso” suena rancio. ( Por cierto, que bajo el prisma de lo políticamente correcto, el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria ha solicitado la retirada de este programa porque promueve "estereotipos denigrantes para la mujer" que "suponen un retroceso" social. Supongo que también habrá que secuestrar la novela de Gustavo Bolívar del mismo nombre y en la que se basa el culebrón colombiano y también este “remake” de Telecinco ).
La lista de eufemismos y frases hechas políticamente correctas es numerosa. Basta consultar en internet y disponemos de muchas, algunas muy exhaustivas. Desde “interrupción voluntaria del embarazo” hasta “trabajadoras del sexo” pasando por “tercer mundo”. Si las lees despacio y repetidas veces, llega un momento que resultan ridículas, ñoñas, como si diciéndolo así ya no se abortara o ya no existiera la prostitución o el hambre.
En muchas ocasiones la hipocresía, lo políticamente correcto, lo eufemístico va asociado al puritanismo. En USA por ejemplo se criticó muchísimo una portada de revista donde se veía a un bebé amamantándose de la teta ( perdón, pecho ) de su madre, imagen que escandalizó a muchísimas mentes “bienpensantes” que veían una clarísima agresión para sus hijos que se expusiera el pecho femenino ante sus ojos. Luego los llevan a ver la última parte de Rambo donde los litros de sangre salpican la pantalla y donde Stallone defiende la violencia diciendo que “las guerras son así”. Pero también los niños se alimentan del pecho de su madre de forma natural, y además es sano y no mata a nadie.
No se puede decir “negro”, hay que decir “afroamericano” o “de color”. Lo cual es ridículo. Si son de raza negra, pues son negros, lo mismo que los de raza blanca son blancos. ¿O acaso la palabra “negro” tiene matices peyorativos y la palabra “blanco” no? Si los tiene, los tendrá en los oídos de algunos que la escuchan, pero la palabra no tiene matiz alguno. Somos blancos, somos negros. USA podría tener un presidente negro ( algo que a mi, personalmente, me gustaría mucho que ocurriera ). No hay nada malo en esto, nada de racismo, nada ofensivo, nada inmoral, nada de mala educación. Sin embargo, no es correcto decirlo. (Aparte de que no todos los negros tienen su origen en África ).
Se evita mucho pronunciar la palabra “culo”, cuando culo es el término más coloquial para denominar esa parte de nuestro cuerpo. En ocasiones se asiste a situaciones ridículas en doblaje de películas o en traducciones de libros, donde en una situación tremendamente coloquial aparece la palabra “trasero” o “posaderas”, recreando una situación totalmente inverosímil, porque el personaje en esa situación con casi toda seguridad diría “culo”. Y lo mismo para lo de “hacer el amor”, “hacer un pis”, “hacer popó”, en fin..... ¡cuánta mojigatería!
Y cuando para no tratar de ofender a nadie nos dedicamos a generar masculinos y femeninos para todo, pues es otra forma de lo políticamente correcto : ciudadanos y ciudadanas, españoles y españolas, padres y madres, hijos e hijas, compañeros y compañeras, jueza, médica, notaria, generala, ...
Vivimos la era de lo políticamente correcto. No se pueden decir ciertas cosas, al menos no de cierta forma. Hemos de cuidar nuestras opiniones en el fondo y en la forma para no ser censurados, menospreciados, tachados de inmorales, pervertidos, impropios o en términos sencillos, de formar parte de “los malos”. Hay que tratar de no ofender a nadie, de expresar las cosas de forma que todo el mundo, aunque no esté de acuerdo, admita no sentirse ofendido.
El eufemismo y lo políticamente correcto son aliados, herramientas incluso, de la hipocresía. A menudo, el refugio favorito de muchos intolerantes que no soportan que se pueda pensar de forma diferente y hasta opuesta a ellos, momento en que te acusan de ser incorrecto políticamente.
Dice el DRAE que el eufemismo trata de suavizar la expresión. Pero justamente es eso, suaviza la expresión, pero no la realidad, la realidad sigue siendo igual de dura. Es de alguna forma cerrar un poco los ojos, ponerse una gasa para no ver las arrugas de lo que tenemos delante. Tampoco el eufemismo cambia las actitudes o las ideas. Una persona racista sigue siendo igual de racista si dice afroamericano y al revés, igualmente antirracista si dice negro. Esto puede llevar a etiquetar situaciones como correctas cuando son igual de incorrectas que antes pero nominalmente han sido corregidas, es decir, ahora se describen de forma políticamente correcta y ya no parecen tan graves. Las mujeres siguen igual de marginadas frente al hombre por mucho que se diga “contentos y contentas”, “padres y madres”, “jueces y juezas”. No deja de ser una forma de gatopardismo.
Lo políticamente correcto no sólo afecta al lenguaje y a la expresión escrita u oral sino también a las ideas en su globalidad, a la expresión gráfica y audiovisual, al propio pensamiento cada vez que quiere expresarse mediante el lenguaje, el arte o los actos, al comportamiento.
De esta forma, se va creando un corpus teórico con aplicación práctica de normas no siempre escritas pero más o menos consensuadas que se nos imponen, como si de una entidad suprasocial se tratara, y que nos obligan subrepticiamente a expresarnos de ciertas maneras, restándonos en cualquier caso, libertad, entre ellas la de expresión. Se nos presiona para expresarnos de una determinada forma con lo que, a la larga, se potencian o se reprimen ciertas formas de pensamiento. De ahí a la manipulación queda ya muy poco. Y lo peor de todo es que esa corrección política actitudinal se va infiltrando en la sociedad y en el pensamiento colectivo de forma que nos autoimponemos la censura implícita en lo eufemístico y además de forma inconsciente, como una pauta de conducta aprendida y casi instintiva socialmente. El censor de nuestro pensamiento colectivo, un nuevo Torquemada.
Otro aspecto de esta cuestión es sobre su origen y su afiliación política. He leído en muchos sitios que lo políticamente correcto tiene su origen en el pensamiento de izquierdas y en el marxismo y también que su uso y abuso se realiza desde las corrientes de izquierdas. No puedo estar más en desacuerdo, en especial en cuanto al uso. No creo que la corrección política sea patrimonio de la izquierda, de hecho, a priori es algo sin ideología asociada. También existe el puritanismo políticamente correcto y la corrección política en la derecha. De hecho, actualmente hay políticos de derechas de enorme relevancia mediática que han heredado ideas de extrema derecha que, convenientemente maquilladas de acuerdo con el Manual de Corrección Política, pasan por ser planteamientos de corte liberal y centrista ( que no, neocon ). La derecha, cuando es políticamente correcta, parece menos derecha. Es más, para muchos USA es la cuna de la corrección política, y, desde luego, pensamiento de izquierdas bien poco.
Una imagen que a menudo me viene cuando hablamos de los política incorrecto es la de Quevedo, para mi, un gran exhibidor de incorrección política. De hecho, seguro que si Quevedo publicara hoy en día, la censura de la corrección política le pondría muchas trabas a su libertad de expresión. A este respecto nada mejor que leer su narración “El mundo por de dentro”.
Podemos concluir que lo políticamente correcto a menudo no es lo correcto y nos puede convertir en políticamente descerebrados, realizando cazas de brujas en todo momento por cualquier cosa. Debemos escapar de lo políticamente correcto. Debe de existir alguna forma de hacerlo sin ofender y sin insultar a los “bienpensantes”. Ser más cínico, en el sentido filosófico, y atrevernos a decir las verdades a la cara.
Como curiosidad, podéis leer el cuento de Caperucita Roja en versión políticamente correcta.
Ya sabéis, no se dice mentir, sino faltar a la verdad.
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