Aunque al comenzar este blog ( ver entrada “One mission, one vision” del 9 de enero de 2008 ) comenté que no hablaría de mi vida personal, un día como hoy he decidido hacerlo.
En esta vida siempre es más fácil ser conocido siendo malo que bueno. Si os fijáis, los “periódicos de buenas noticias” no existen porque empresarialmente no tendrían éxito. Por ejemplo, si comparamos dos noticias : “Pepito López ha salvado la vida de 100 perros” frente a “Pepito López decapita 100 perros”, la segunda, podéis convenir conmigo, tiene mucha más difusión y “éxito” editorial. Igual ocurre con las personas : las buenas personas siempre son menos conocidas que las malas personas. Sin embargo, todos conocemos buenas personas, seguramente más que de las otras, en nuestro entorno inmediato ( familia, amigos, vecinos, conocidos, etc. ). Es una paradoja de esta sociedad, pero es así : nos rodean menos malas personas que buenas; pero éstas siempre son menos conocidas : es la discreta bondad silenciosa, la bondad intrahistórica, en el sentido unamuniano.
La oportunidad de tener a tu lado a una buena persona es algo que hay que saber valorar. Una persona generosa, paciente, abnegada, tolerante, amantísima de sus seres queridos, siempre dispuesta a ayudar, siempre ofreciendo lo suyo a los demás, tan lejos de vanidades y del “vicio patético de darse importancia” ( con permiso de Lorenzo Silva ), tan conciliadora, tan entregada, tan vital. Una persona que siempre da más de lo que recibe y que, encima, no puede evitarlo. Encontrarse a una persona así y entrelazar tu vida con la suya, es una suerte. Y tratar de aprender de ella, una oportunidad. Es tan difícil ser generoso. Es tan difícil ser paciente. Es tan difícil ser una buena persona.
Hace ya más de seis años yo tuve la oportunidad de conocer a alguien así. Incluso la oportunidad de convivir con esa persona, de formar parte de su familia ( en la que me acogió con los brazos extendidos para, al momento, abrazarme y decirme “bienvenido” ), la oportunidad de intentar hacerla algo más feliz en algunos momentos y hasta la triste oportunidad de cuidar de ella cuando necesitó que los demás le devolviéramos una migaja de todo lo que ella dio : la generosidad infinita con sus seres queridos, la paciencia antes situaciones desagradables, la templanza en el carácter, su sabiduría, sus consejos, su abnegación, su tenacidad, su amor, ...
No voy a entrar a detallar todo lo que me dio y enseñó ( habrá otro momento y otro lugar para ello ), pero sí creo que me permitiría otorgarle el título de “mi madre en funciones”, y también agradecerle el poder disfrutar de buena parte de sus genes en la persona que vive a mi lado.
Pero hace un año nos dejó, casi de repente y tras una serie de circunstancias muy desafortunadas ( fato cedere ), y os puedo asegurar que hasta ahora no transcurre un día en que no la evoque. El tiempo es un bálsamo y vendrán los días en que esto no ocurra; pero, todavía, no han llegado.
Y si de verdad esa trascendencia por mi tan cuestionada existe y te encuentras en algún sitio ( que, entonces, sin duda y de forma innegable ha de ser el Cielo ), sólo espero que continúes cuidando tanto de todos nosotros, como siempre hiciste, casi exclusivamente, porque, aunque no seas la única, siempre serás la mejor madre del mundo.
Nota : el título de esta entrada, con permiso de mi cuñado José y también con el de Garcilaso de la Vega.
En esta vida siempre es más fácil ser conocido siendo malo que bueno. Si os fijáis, los “periódicos de buenas noticias” no existen porque empresarialmente no tendrían éxito. Por ejemplo, si comparamos dos noticias : “Pepito López ha salvado la vida de 100 perros” frente a “Pepito López decapita 100 perros”, la segunda, podéis convenir conmigo, tiene mucha más difusión y “éxito” editorial. Igual ocurre con las personas : las buenas personas siempre son menos conocidas que las malas personas. Sin embargo, todos conocemos buenas personas, seguramente más que de las otras, en nuestro entorno inmediato ( familia, amigos, vecinos, conocidos, etc. ). Es una paradoja de esta sociedad, pero es así : nos rodean menos malas personas que buenas; pero éstas siempre son menos conocidas : es la discreta bondad silenciosa, la bondad intrahistórica, en el sentido unamuniano.
La oportunidad de tener a tu lado a una buena persona es algo que hay que saber valorar. Una persona generosa, paciente, abnegada, tolerante, amantísima de sus seres queridos, siempre dispuesta a ayudar, siempre ofreciendo lo suyo a los demás, tan lejos de vanidades y del “vicio patético de darse importancia” ( con permiso de Lorenzo Silva ), tan conciliadora, tan entregada, tan vital. Una persona que siempre da más de lo que recibe y que, encima, no puede evitarlo. Encontrarse a una persona así y entrelazar tu vida con la suya, es una suerte. Y tratar de aprender de ella, una oportunidad. Es tan difícil ser generoso. Es tan difícil ser paciente. Es tan difícil ser una buena persona.
Hace ya más de seis años yo tuve la oportunidad de conocer a alguien así. Incluso la oportunidad de convivir con esa persona, de formar parte de su familia ( en la que me acogió con los brazos extendidos para, al momento, abrazarme y decirme “bienvenido” ), la oportunidad de intentar hacerla algo más feliz en algunos momentos y hasta la triste oportunidad de cuidar de ella cuando necesitó que los demás le devolviéramos una migaja de todo lo que ella dio : la generosidad infinita con sus seres queridos, la paciencia antes situaciones desagradables, la templanza en el carácter, su sabiduría, sus consejos, su abnegación, su tenacidad, su amor, ...
No voy a entrar a detallar todo lo que me dio y enseñó ( habrá otro momento y otro lugar para ello ), pero sí creo que me permitiría otorgarle el título de “mi madre en funciones”, y también agradecerle el poder disfrutar de buena parte de sus genes en la persona que vive a mi lado.
Pero hace un año nos dejó, casi de repente y tras una serie de circunstancias muy desafortunadas ( fato cedere ), y os puedo asegurar que hasta ahora no transcurre un día en que no la evoque. El tiempo es un bálsamo y vendrán los días en que esto no ocurra; pero, todavía, no han llegado.
Y si de verdad esa trascendencia por mi tan cuestionada existe y te encuentras en algún sitio ( que, entonces, sin duda y de forma innegable ha de ser el Cielo ), sólo espero que continúes cuidando tanto de todos nosotros, como siempre hiciste, casi exclusivamente, porque, aunque no seas la única, siempre serás la mejor madre del mundo.
Nota : el título de esta entrada, con permiso de mi cuñado José y también con el de Garcilaso de la Vega.
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