domingo, 2 de marzo de 2008

Sobre clichés y amigos

Ayer disfruté de una comida con amigos en la que se propició una situación en la que, gracias al tenso clima electoral que nos atosiga desde todos los rincones de la vida, podríamos haber llegado a una discusión dañina sobre política actual. En una situación así yo prefiero mostrarme cauto y controlar la agresividad, pues por algo tan tonto como “hablar de política” se puede llegar a deteriorar una amistad ( simplemente porque cambia tu opinión sobre una persona, la re-etiquetas y de ahí a perder como mínimo el contacto hay un paso ). No fue éste el caso en esta ocasión pero conozco situaciones que han degenerado de esta forma.

La gente se llega a mostrar agresiva y a manifestarse con vehemencia entrando en el lado visceral de la discusión. “¡Cómo te han lavado el cerebro!”, manifestó una amiga mía porque consideré que con el 11-M no había que seguir pensando en conspiraciones ( v.gr. que el PSOE estuvo detrás, que hubo una coalición ETA-PSOE-Terrorismo islámico, que no está todo investigado, etc… ).

Me considero una persona poco manipulable, nunca me he dejado llevar excesivamente por corrientes, modas u opiniones. Siempre he defendido al individuo frente a la masa por muy pequeña que sea su minoría. ( De hecho, nunca me han gustado las masas porque propician la cultura del odio al distinto, porque no acepta bien las críticas y porque hay una dilución de responsabilidades entre la masa que hace que actúe de forma agresiva estilo Fuenteovejuna y luego decir eso de pío-pío-que-yo-no-he-sido. Las masas llegan a arrasar de forma irracional y si preguntas luego a cada uno de sus individuos no aciertan a explicar su comportamiento y en muchos casos nunca lo hubieran hecho como entes individuales ). Habitualmente leo a diario unos 6 medios de información de todas las tendencias y lados políticos, para valorar y crear mi propia opinión y no dejarme llevar por sólo uno de ellos, ya que no existe ninguno independiente. En definitiva, considero firmemente que no es fácil lavarme el cerebro. Pero aún así, cuando manifesté una opinión que disentía de la mayoría de la mesa, se me acusó ( con todo el cariño ) de tener el cerebro lavado. Hay gente ( ahora no hablo de mis amigos, aunque alguno puede que sea así ) que sólo escucha la COPE e Intereconomía, sólo lee La Razón o El Mundo y sólo ve Telemadrid y están dispuestos a afirmar que no tienen el cerebro lavado ( también conozco gente que sólo lee Público, escucha la SER y ve a Gabilondo ).

También se me “acusó” ( con todo el cariño ) de emplear manidos clichés de izquierda. Pero cliché en qué sentido : ¿en el de frase hecha que resume una opinión, en el de prejuicio, en el de pensamiento que asumes de forma irracional y lo aplicas automáticamente sin saber muy bien lo que estás haciendo o diciendo? Cuando uno expone una idea es inevitable y sobre todo práctico recurrir a clichés. No se puede estar exponiendo una idea de forma exclusivamente original siempre y a cada momento que la expones. Además las ideas son comunes entre las personas y es inevitable que se repitan y que a veces suenen a lo mismo.

El ser humano utiliza los prejuicios y los clichés como mecanismo de adaptación al medio para no tener que analizar y tomar una decisión cada vez que se produce una circunstancia. También a la hora de expresar ideas se emplean clichés para resumir pensamientos, pero, en mi caso, conozco los clichés que asumo, los empleo porque estoy de acuerdo con ellos. También hay clichés de la derecha ( familia normal, defender unos valores, la tradición, España se rompe, Andalucía está subsidiada, subvencionar es perjudicial, los progres son hipócritas, la escuela de Chicago y el capitalismo como única salida, el pensamiento único, pelo largo y rastas rojo seguro, etc… ) y la gente de derechas los emplea. Y no pasa nada, siempre que el uso de los mismos sea racional y con conocimiento de su contenido. ( Por cierto, también hay un pensamiento único en la derecha ).

Hay mucha gente, en cambio, que adopta clichés de forma automática, simplemente porque así se los enseñaron de niños y en ningún momento se han parado a discutirlos. Muchas veces por falta de autocrítica, entre otras cosas. Por ejemplo, un gran cliché es la existencia de Dios que mucha gente la da por buena sin haber dedicado un minuto de su vida inteligente a cuestionárselo. Dios existe porque nos lo repitieron mil veces en el colegio y en casa. Y si preguntas si creen en Dios te dicen que sí sin paliativos. Hay gente que es de derechas porque-sí-y-punto y gente que es roja por la misma respetable pero cuestionable razón.

Recomiendo no discutir con la familia ni con los amigos de política, no al menos en grandes grupos. En todo caso en un debate a dos y planteándolo como reflexión y puesta en común de puntos de vista. Aun así, cuidado.

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