jueves, 22 de mayo de 2008

La estrategia del odio

Corren malos tiempos para los inmigrantes en Europa. Si Berlusconi en Italia promueve una corriente de odio y agresión contra los inmigrantes ( legales e ilegales ), el fantasma del odio puede comenzar a expandirse de forma preocupante por España estos días ( ya ha ocurrido en otras ocasiones ).

Quizá uno de los desencadenantes para esto sea el miedo y la incertidumbre que nos aplasta estos meses en relación con la crisis económica. La inflación sube, el paro también, la vivienda se desploma ( y con ello también aumenta el número de morosos, aumentan los parados de la construcción y empresas colaterales como las inmobiliarias ), el consumo se paraliza ( aunque el españolito nunca renunciará a sus cañitas, sus raciones en el bar y sus semanas de vacaciones en Benidorm ), el euríbor sube ( hoy marca ya el 5% ). Esta situación, junto con los mensajes que se lanzan desde sectores radicales y antigubernamentales, provoca una situación de miedo en la población.

Ante este escenario, el caldo de cultivo para promover la cultura del odio se está cociendo y está en su punto para propagar dicho odio. El odio al diferente, al que viene de fuera, especialmente, porque es lo que más se relaciona con la crisis económica. Es en estos momentos y en estas circunstancias cuando mensajes como “vienen a quitarnos el trabajo”, “viven de nuestros impuestos”, “son delincuentes que no quieren trabajar”, etc... calan más hondo en la población, con la ignorancia y la intolerancia como aliados.

La cultura del odio se transmite a través de la estrategia del odio, la que aplican determinados grupos de ideología radical, que aprovecha esta situación para hacer valer sus ideas y tratar de ganar sus objetivos. Para ello se aprovecha de una característica esencial del ser humano, la conciencia de grupo, un arma de doble filo.

La estrategia del odio se expande por etapas, adecuadamente dirigidas por los precursores del odio, auténticos mecanismos que los propagadores del odio y la intolerancia aplican insidiosa y “eficazmente”. Partiendo de unas notas que tomé hace tiempo al leer un artículo sobre la estrategia del odio ( cuya fuente he perdido ) paso a exponer las fases que la componen :

1.- Reducir la individualidad del grupo : consiste en inventarnos el grupo o colectivo al que pertenecemos y otorgarle unas características propias por las cuales nuestro grupo es el mejor, el más puro, el “elegido”. No somos ya individuos, sino un colectivo con identidad propia. El individuo queda reducido a un elemento del grupo. La identidad, las características son las del grupo, no las de los individuos que lo componen. Por tanto, todos los del grupo son iguales. El concepto de pureza es clave en esta etapa. Somos puros, no enturbiemos esa pureza. Y para resaltar esa pureza y esas características que nosotros, los elegidos, poseemos, no hay nada mejor que aplicar la técnica del contraste con el “otro”. El más blanco es el que no es negro, el más heterosexual es el que no es homosexual. Negando al otro afirmamos a nuestro colectivo. El “otro” son los que NO son como nosotros, que, a su vez, somos iguales. Una aplicación brutal del “o con nosotros o contra nosotros”. El negro no es alguien de piel negra, sino alguien que NO es blanco. El extranjero no es alguien de fuera, sino alguien que NO es de aquí. El homosexual es el que no es heterosexual.

2.- Deshumanizar al “otro” : una vez definido y caracterizado nuestro grupo y por contraposición con los que no son como nosotros, el siguiente paso es asegurar la supremacía de nuestro colectivo contrastando aún más con lo negativo que es nuestro contrario. No es que sean distintos, sino que son peores. Hay que inventar tópicos o redundar en los existentes sobre las maldades del “otro” : los gitanos son todos unos ladrones, los negros huelen mal y son menos inteligentes, los homosexuales son todos unos pederastas, los judíos ........ Es un proceso gradual de “deshumanización” hasta que seamos incapaces de empatizar con el “otro”, ajenos por completo a sus sufrimientos, problemas o sentimientos.

3.- Crear la amenaza y la duda : ya sabemos quiénes somos y quiénes no somos ( el "otro" ) y además sabemos que somos mejores que el “otro” y que el “otro” no es bueno y casi no es humano ( deshumanizado ). Ahora, aprovechando las circunstancias, nos dedicamos a insinuar más o menos veladamente todos los males que nos acechan, los miedos que nos atenazan, los grandes peligros que nos amenazan, para, al momento, crear la relación causa-efecto y señalar a los “causantes” de todos esos males, miedos y peligros. Y quiénes más indicados para ser los causantes que los que componen el “otro”, los que no son como nosotros, los que definen nuestro grupo como los que NO somos como los “otros”( que son “menos humanos”). Los propagadores del odio consiguen embaucar en su estrategia a “personas comunes” que en situación de crisis y amenaza, ceden ante el odio y comienzan a identificar al “otro” como el causante de todos sus males. Recordemos que el “otro” no lo forman individuos con sus individualidades, valga la redundancia, sino un colectivo raso donde todos son iguales y además peores que nosotros y, además, los causantes de nuestros males. Es decir, nos están atacando. “Cualquier persona puede caer en la estrategia del odio, personas sin empleo, padres preocupados por sus hijos, pequeños comerciantes asustados por la delincuencia, etc., pueden unirse a la agresión y la discriminación, pero entendemos que no porque sean xenófobos, homófobos o antisemitas, sino como reacción irracional ante lo que han interiorizado como una agresión contra ellos” ( cita textual de mis notas ). En un proceso de reduccionismo atroz, hemos pasado de la diversidad cultural a la lucha del uno ( nosotros ) contra el "otro".

4.- Agresión para “defenderse” : como el “otro” nos ataca y nos perjudica, hay que movilizarse para defendernos. Se inicia así una espiral ciega de violencia y discriminación contra el “otro", llegando en casos extremos a lo que ya ocurrió en la historia, como los pogromos contra judíos o los pogromos de la actualidad. “La comunidad dominante ha de proceder a la limpieza, a la restauración del orden, a la cura de la infección. Se inicia así la espiral de la violencia, la materialización del odio que repetirá siempre los mismo escenarios: la violencia callejera, el insulto, la agresión, la discriminación legal, la exclusión administrativa, la criminalización, la histeria bacteriológica, la profilaxis aisladora. Y también el silencio acusador, la mirada de desprecio, el comentario despectivo, la broma insultante, el gesto agresivo, la insensibilidad grosera, la puñalada, la paliza, la violación... La discriminación en todas sus crueles maneras” ( cita textual de mis notas ).

Para evitar caer en esta estrategia del odio, hemos de mantenernos muy alerta ante los mensajes de miedo, las acusaciones generalistas, la negación del individuo. Hemos de interiorizar la idea de que somos un colectivo de individuos que conviven, con una diversidad enorme, que, lejos de perjudicar, enriquece. La mezcla da riqueza. Cuanto más diversos seamos más ricos seremos como colectivo que convive. Neguémonos a emplear generalizaciones y veamos a cada individuo como un ser único, distinto y enriquecedor para la sociedad. No califiquemos a los colectivos, no digamos “todos los X son”. Y no lo hagamos por caridad o compasión por el que es “diferente”, por el que está discriminado. Hagámoslo por nosotros mismos, porque somos tan diferentes como cualquier otro, porque cada uno somos distinto al resto, todos somos extranjeros en cualquier parte.

Ni patria ni bandera,
ni raza ni condición,
ni límites ni fronteras,
¡¡¡extranjero soy¡¡¡

Porque allá donde voy
me llaman el extranjero,
donde quiera que estoy
el extranjero me siento.

Enrique Bunbury – “El Extranjero”, del disco “Pequeño”- 1999.

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